EL PROGRESO NO ES LO QUE ERA: FUNDAMENTOS INSTITUCIONALES PARA UN PAÍS EN RIESGO
Extensión: 41 páginas.
Joan Prats i Català
Director Instituto Internacional de Gobernabilidad de Catalunya
1.5. Qué son y por qué son importantes las instituciones: instituciones, conflicto social y desarrollo
La concepción del desarrollo como expansión de la libertad
nos lleva a una concepción integral u holística en que las diferentes
dimensiones del desarrollo (económica, social, política, jurídica,
medioambiental, de género, cultural, etc.) no sólo deben considerarse
en su totalidad sino que, además, se interrelacionan e influencian unas
con otras. El desarrollo exige la eliminación de las principales
fuentes de privación de libertad: las guerras y conflictos violentos,
la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las
privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden
encontrarse los servicios públicos... El problema del desarrollo es un
problema de negación de libertades que en ocasiones procede de la
pobreza, en otras de la inexistencia de servicios básicos y en otras
de la negación de libertades políticas o de la imposición de
restricciones a la participación efectiva en la vida social, política
y económica de la comunidad.
Ahora bien, para la teoría del
desarrollo humano la libertad no sólo es el criterio evaluativo de las
instituciones sino también el medio instrumental para su mejoramiento,
el cual depende de la agencia humana libre. Las libertades no sólo son
el fin principal del desarrollo, sino que se encuentran, además, entre
sus principales medios. Existe una notable relación empírica entre los
diferentes tipos de libertades: las libertades políticas (en forma de
libertad de expresión y elecciones libres) contribuyen a fomentar la
seguridad económica; las oportunidades sociales (en forma de servicios
educativos y sanitarios) facilitan la participación económica; los
servicios económicos (en forma de oportunidades para participar en el
comercio y la producción) pueden contribuir a generar riqueza personal
general, así como recursos públicos para financiar servicios
sociales...
Algunos estudiosos observan irónicamente que de
haberse seguido el catecismo Washington ni Alemania ni los propios
Estados Unidos hubieran podido industrializarse jamás. Lo más
llamativo con todo es la fuerza y convicción con que tales políticas
trataron de imponerse por las instituciones financieras internacionales
sobre todo cuando se las contrasta con la tolerancia y permisividad
con que vieron su perversión práctica en el proceso político
especialmente latinoamericano.
Hoy hemos llegado a un punto en que ya no hay discurso ni documento que no contenga lo que peligra ser la “nueva panacea”: put your institutions right
parecería ser el nuevo eslogan… muchas veces la nueva retórica de la
reforma institucional encubre las viejas prácticas tecnocráticas de la
reforma o modernización de la administración y de la gestión pública.
En realidad las instituciones sólo tienen
relevancia para el desarrollo cuando se las distingue nítidamente de
las organizaciones. Las instituciones son las reglas del juego formales
e informales que pautan la interacción entre los individuos y las
organizaciones. Las instituciones no son cosas, su existencia es
meramente abstracta, no tienen objetivos, aunque cumplen importantes
funciones sociales. Son el marco de constricciones e incentivos en el
que se produce la interacción social. Se corresponden con determinadas
correlaciones o equilibrios de poder y viven y se apoyan en nuestros
modelos mentales, valorativos y actitudinales. Por ello mismo no
tienen nada de social o políticamente neutral. Son formales e
informales: las formales se confunden con las reglas del juego legal o
socialmente proclamadas; las informales con las reglas efectivamente
interiorizadas y vividas. En América Latina casi nada es lo que
parece ser porque, en muchos ámbitos, prevalece claramente la
informalidad institucional en contradicción a veces con la formal a la
que anula y substituye en los hechos. Por eso casi todo lo importante
que en la región acontece toma siempre por sorpresa a los observadores
precipitados. Pretender cambiar la institucionalidad sin considerar la
informalidad —que otros llaman ahora el capital social— no sólo es un
despropósito teórico en nuestras latitudes sino sencillamente locura o
cinismo.
Las instituciones son importantes porque de ellas depende en gran medida la estructura de incentivos de la interacción humana, lo que equivale a decir que los sistemas institucionales difieren entre sí por el tipo de comportamientos individuales y organizativos que incentivan. Plantearse el desarrollo institucional equivale a plantear- se el cambio del sistema de incentivos vigente en una sociedad.
Extensión: 41 páginas.
Joan Prats i Català
Director Instituto Internacional de Gobernabilidad de Catalunya
1.5. Qué son y por qué son importantes las instituciones: instituciones, conflicto social y desarrollo
La concepción del desarrollo como expansión de la libertad
nos lleva a una concepción integral u holística en que las diferentes
dimensiones del desarrollo (económica, social, política, jurídica,
medioambiental, de género, cultural, etc.) no sólo deben considerarse
en su totalidad sino que, además, se interrelacionan e influencian unas
con otras. El desarrollo exige la eliminación de las principales
fuentes de privación de libertad: las guerras y conflictos violentos,
la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las
privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden
encontrarse los servicios públicos... El problema del desarrollo es un
problema de negación de libertades que en ocasiones procede de la
pobreza, en otras de la inexistencia de servicios básicos y en otras
de la negación de libertades políticas o de la imposición de
restricciones a la participación efectiva en la vida social, política
y económica de la comunidad.
Ahora bien, para la teoría del
desarrollo humano la libertad no sólo es el criterio evaluativo de las
instituciones sino también el medio instrumental para su mejoramiento,
el cual depende de la agencia humana libre. Las libertades no sólo son
el fin principal del desarrollo, sino que se encuentran, además, entre
sus principales medios. Existe una notable relación empírica entre los
diferentes tipos de libertades: las libertades políticas (en forma de
libertad de expresión y elecciones libres) contribuyen a fomentar la
seguridad económica; las oportunidades sociales (en forma de servicios
educativos y sanitarios) facilitan la participación económica; los
servicios económicos (en forma de oportunidades para participar en el
comercio y la producción) pueden contribuir a generar riqueza personal
general, así como recursos públicos para financiar servicios
sociales...
Algunos estudiosos observan irónicamente que de
haberse seguido el catecismo Washington ni Alemania ni los propios
Estados Unidos hubieran podido industrializarse jamás. Lo más
llamativo con todo es la fuerza y convicción con que tales políticas
trataron de imponerse por las instituciones financieras internacionales
sobre todo cuando se las contrasta con la tolerancia y permisividad
con que vieron su perversión práctica en el proceso político
especialmente latinoamericano.
Hoy hemos llegado a un punto en que ya no hay discurso ni documento que no contenga lo que peligra ser la “nueva panacea”: put your institutions right
parecería ser el nuevo eslogan… muchas veces la nueva retórica de la
reforma institucional encubre las viejas prácticas tecnocráticas de la
reforma o modernización de la administración y de la gestión pública.
En realidad las instituciones sólo tienen
relevancia para el desarrollo cuando se las distingue nítidamente de
las organizaciones. Las instituciones son las reglas del juego formales
e informales que pautan la interacción entre los individuos y las
organizaciones. Las instituciones no son cosas, su existencia es
meramente abstracta, no tienen objetivos, aunque cumplen importantes
funciones sociales. Son el marco de constricciones e incentivos en el
que se produce la interacción social. Se corresponden con determinadas
correlaciones o equilibrios de poder y viven y se apoyan en nuestros
modelos mentales, valorativos y actitudinales. Por ello mismo no
tienen nada de social o políticamente neutral. Son formales e
informales: las formales se confunden con las reglas del juego legal o
socialmente proclamadas; las informales con las reglas efectivamente
interiorizadas y vividas. En América Latina casi nada es lo que
parece ser porque, en muchos ámbitos, prevalece claramente la
informalidad institucional en contradicción a veces con la formal a la
que anula y substituye en los hechos. Por eso casi todo lo importante
que en la región acontece toma siempre por sorpresa a los observadores
precipitados. Pretender cambiar la institucionalidad sin considerar la
informalidad —que otros llaman ahora el capital social— no sólo es un
despropósito teórico en nuestras latitudes sino sencillamente locura o
cinismo.
Las instituciones son importantes porque de ellas depende en gran medida la estructura de incentivos de la interacción humana, lo que equivale a decir que los sistemas institucionales difieren entre sí por el tipo de comportamientos individuales y organizativos que incentivan. Plantearse el desarrollo institucional equivale a plantear- se el cambio del sistema de incentivos vigente en una sociedad.
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