Wednesday, March 5, 2008

El Arbol

Quién diría que un simple resfrío se convertiría en la epidemia más grande en la historia de la humanidad. Miles de millones murieron por un asunto de mocosos. Aquellos que se salvaron, se sentían malditos, porque vieron morir a demasiada gente, y no supieron por qué ellos se salvaron.La epidemia estalló cuando varios estados en el mundo ordenaron la
vacunación compulsiva de todos sus habitantes, especialmente los más
jóvenes. Una combinatoria impensable entre variaciones de virus de
influencza provocó muertes rápidas, y la ola imparable de muertes se
catapultó cuando ya no había suficientes personas sanas para deshacerse
de los cuerpos. Los cielos se llenaron de buitres, y las especies
carroñeras se multiplicaron. En un par de meses, la humanidad se redujo
a casi nada.
Yo, estoy entre las 200 millones de personas que se salvaron. Encontré algo en común entre nosotros.
Un arbol nos salvo la vida. Hay personas que establecen algún tipo de relación personal con un arbol. Lo cuidan, cosechan sus frutos, le hablan de su vida y emociones, escuchan sus ruidos, y disfrutan de su baile con el viento. Y muchos comen sus frutos con placer.
Yo siempre he disfrutado de la compañía de los árboles, especialmente cuando hay sol. Cuando somos niños, intuitivamente buscamos su compañía. Recién ahora, después de tanto tragedia humana, me doy cuenta qué es lo que sentía de niño cuando compartía con los árboles. Sentía sabiduría, que estaba presenciando algún tipo de conocimiento inefable y rotundo.
A mí me salvó un arbol de Pomelo (o Toronja).
Y le estoy muy agradecido.



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