Monday, September 28, 2009

La Santa Cruz de hoy

Nos han contado una historia que es una cita selectiva de cosas que sucedieron en el pasado. La realidad supera a la fantasía, incluso a esa historia de que Santa Cruz surgió por sí misma. Yo quisiera saber a partir de qué explican y dan sentido los estrategas que viven en las cooperativas, de la presencia de miles de miles de mujeres y hombres andinos en la ciudad.
Yo me limito a mostrar esta imagen, tomada por un periodista de El Deber en el desfile del 24 de Septiembre. Yo me pregunto por qué por un lado hay todo un discurso xenófobo anticolla, y por otro lado en Santa Cruz sea posible en un desfile oficial la participación de señoras de pollera. ¿Qué hace posible que ellas asistan y que las autoridades y/o espectadores toleren esto, mientras reina en solitario y autoritariamente en las instituciones cruceñas una lectura racista de la realidad social y política de la región? Vamos cruceños, hagamos historia. Rehagamos nuestra historia, que la que nos contaron no nos ayuda a hacer sentido de lo que nos está pasando como ciudad, y como departamento.

Me encantó saber cómo en Google se toman decisiones para hacer cosas: antes que ponerse a discutir sobre qué hacer, o de interpretar qué pasa allá afuera en la realidad, los de google siempre juntan toda la información posible para estar de acuerdo en una cosa por lo menos: en la "data" básica que sirve dar forma (in-formar) a la realidad sobre la cual se quiere actuar. Incluso se han inspirado en esta filosofía fundamental, para diseñar productos como el PowerMeter, cuyo lema es "if you cannot measure it, you cannot improve it", frase de Lord Kelvin.

Sunday, September 13, 2009

Ante La Ley

Cuento de Kafka, versión audio. Es mi voz.


Excusas del Escribir, b

Pretextos son muchos, postergaciones bien fundadas. Casi irrefutables. Cualquier cosa cont al de no escribir. El único camino que he encontrado para desligarme de esta parálisis de palabras mojadas en tinta café, es someterme a esos pretextos, conseguir alinear mi mano, la hoja, y la sofisticación que he adquirido para disculparme ante aquella parte de mí mismo que muere por crear historias que alguien pueda leer en una clase, una calle, algún carnaval de los miles qeu nos llaman cada año, o por supuesto en el baño, sosteniendo una hermosa copia pirata.
Mis pretextos son prolegómenos (=
Preparación, introducción excesiva o innecesaria de algo) que intentan disuadirme para mantener cualquier notoriedad o acto extraordinario sólo como efímero relato en mi cabeza. Parecería prudente entonces, escribir sobre aquello que justamente no busque ni titulares ni vistocidad.
Cuando pienso  en pretextos, los veo en una abultada y sinuosa línea, con ansias de ser una lista de excusas que colaboran subreptíciamente (=
Que se hace o toma ocultamente y a escondidas) para evitar que tiña papeles o desparrame conceptos sin ímpetu de decir qué hacer con lo dicho.
Termino lo que estoy queriendo comentar. Mi lista expandida de pretextos para no escribir. No escribo porque:
· Espero que sea un ritual a mano, con tinta café, sólo aquella que yo compré y se volvió añeja de tanto impacientemente esperarme.
· Tiene que ser hecho en un tiempo exclusivo para escribir, porque la inspiración parece ser un acto que es en solitario, como un escape. Necesito de mcuhos o de unos cuantos seres decatendes que me obliguen a huir, y refugiarme en palabras prestadas, con ansias de reconocerme en ellas. Tal vez llegar a expiar (=
Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio) incompletudes e inconstancias en mi memoria.
· Aquellas frases que tengo en mi cabeza no las plasmo en ningún papel, entonces se desvanecen y me quedo frustrado y adolorido por haberlas creado y también por haberlas dejado morir en el silencio, en soledad.
·Espero que sea un acto prolijo y de exhibicionismo. Prolijidad en las formas y en la claridad de las expresiones que contienen los conceptos que deseo transponer (=
Poner a alguien o algo más allá, en lugar diferente del que ocupaba) de mi mente al papel. El exhibicionismo radica en esperar  tácitamente, como quien pinta un cuadro en una plaza pública, el reconocimiento del resto de la humanidad. Alabanzas, premios, títulos, honores y honorarios, que devienen (=Sobrevenir, suceder, acaecer) como un efecto deseado, aunque oculto por falsas pretenciones de humildad y benevolencia (=Simpatía y buena voluntad hacia las personas).
· Sobre la proligidad, hay más todavía que decir. Jodido sobrevivir al equívoco (=
Que puede entenderse o interpretarse en varios sentidos, o dar ocasión a juicios diversos), al cambio de palabras o la despalabra, especialemente a sus formas más bruscas como son los tachones, el peso de la mala ortografía, la falta de vocabulario, y a veces a la carencia de palabras exuberantes (=Muy abundante y copioso) o ideas que se precien autocalificarse de "creativas". Creo que todavía me cuesta sobrevivir a la palabra tachada, o a la letra desprolija o ininteligible (=no inteligible= que se oye clara y distintamente). La escuela me infundió(=Causar en el ánimo un impulso moral o afectivo) más respeto a la caligrafía que al emparentar ideas. Por suerte, disfruto faltar el respeto a las reglas que no me hacen ni mejor ni peor de lo que soy -esto último, me anima cada vez más a concentrar mi caligrafía en ser legible más que prolijo. Todavía trabajo en ello.
· Otro motivo para detener mis ganas de escribir, es el miedo a ser leído. Las consecuencias de ser leído. Qué pasa si no me entienden? Si los genios, con todas sus genialidades fueron no entendidos, qué quedará para los mediocres que se desahogan con plumafuentes como yo? Me cuesta trabajo pensar en las consecuencias que tiene sobre mi cuerpo y mis conceptos, la posibilidad de ser anudado y anclado a corrientes que se alejan del destino que yo quiero forjar para mis palabras, más aún para las acciones implicadas en ellas.

Ahora, un poco de razones para dejar de escribir. El listado, deben serberlo, es corto, tieso. La prolijidad no entra aquí a jugar papel alguno. No escribiría por una de las siguientes razones:
· O estoy muerto, o creo estarlo, actuando como si este fuera el caso.
· No poder salir de mí, o de dondesea que "mí" se encuentre.


Excusas del Escribir, a

Hace tiempo que me amenazo a mí mismo con escribirme. Pretesto tras otro, he logrado disuadirme para mantenerme anónimo ante mí mismo.
La mayor excusa de todas ha sido la tinta café. Sólo con tinta café escribiré a la perfección. Ese color, que es la refracción de la gama completa de los colores, lo más cercano a la nada en el mundo del color, hace juego con la perfección que tiene que salir de una mente tan absurda como la mía. Ahora sé también que los escritos coloniales de color café, en realidad fueron hechos con tinta negra que se oxidó, y el fierro en aquella tinta viva mutó a color tierra.
Otra gran excusa, muy útil cuando llevo más de 4 años intentando encontrar la lapicera fantástica para tanta tinta café, es la ausencia justamente de un depositario de plena confianza para tantas palabras atadas a la ausencia de refracción de color - no pillo pluma fuente de mi agrado. Mi tinta marrón, como la mierda tradicional, no puede depositarse en cualquier receptáculo. Hasta que encontré la plumafuente ideal. Barata, desechable como yo, y de poco brillo o sutileza, como las palabras que con ella pretendo sembrar.
Ahora escribo, casi una página entera a mano (esto lo escribí, sí, con mi pluma y mi tinta marrón). Me he quedado sin excusas para postergar lo inevitable: Estoy escribiendo, quiero seguir haciéndolo -aunque me pesa no estar registrando nada memorable ni atrapante, mucho más lejos de la perfección de la que me creía merecedor.
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Sin pensarlo, caigo en cuenta que esta lapicera impone cierto ritmo en mi escritura, no deja caer en las mañas de la birome, como detenerme indefinidamente cerca del papel, o palparme mucho tiempo las elucubraciones y dilucidaciones que uno cree tener en alguna parte del cuerpo.
La tinta va bajando, no perdona las lagunas de palabras o ideas. Cae. A un ritmo que se impone a las manos y a los papeles. Si me detengo mucho tiempo, mucho de su tiempo, mancha la hoja. Delata mis discordias internas, fustiga mi estúpida necesidad de sonar (y asomar) brillante, demostrando [manchanga en el papel] inteligencia abrumadora. Ves? Ya me marcó otra vez, [tinta gruesa en el papel] y otra vez.
Quién diría que uno podrá aprender, o al menos sentirlo así, de una lapicera, que por cierto no está sola, tiene al papel de cómplice. Denuncian mi dejadez, mi desprolijidad, no al escribir, sino al cuidar lo que escribo.
La tinta sigue bajano, no va a parar. Sólo yo puedo hacerlo. Ella, sangrará como una cortadura de cocina, casi como herida de guerra, en esta carrera contra el tiempo y los destiempos de quien tiene algo que decir pero que aún no sabe qué, y peor aún, que tiene el obsceno presentimiento de tener algo que decir, y que piensa que alguien lo va a escuchar, o tal vez leer.
Un viernes 13, de Agosto, de un tal 2004, una plumafuente, barata e irrespetuosa de mi necesidad de inspiradoras pausas para hacer lienzos con palabras, me animé a escribir, alguito.




Friday, September 4, 2009

Cuál es tu Zona Sur?

Nunca antes una escena feliz me hizo llorar de tristeza. La penúltima escena en la película, donde está toda la familia y los empleados, charlando hermoso y comiendo en el jardín, juntos, todos sentados en la mesa, y el Wilson hablando también con fluidez contándole una historia, colocando su propio plato en la mesa.
No pude evitarlo, lloraron mis ojos. Tristeza muda, al ver una escena imposible en la familia boliviana. Patrones y peones igualados por alguna mágica maniobra del script. ¿Almorzaste en la misma mesa con quien te prepara tus alimentos y te los sirve? Esta pregunta simple es, como dice JCV, "una entrada inesperada a ver el país desde ese lado, y no sé por qué se me ocurrió". ¿Por qué a nadie se le ocurre -a nadie con "empleados" viviendo en casa- compartir cotidianamente una mesa con "los otros" que viven en casa?
Lo obsceno (=fuera de escena, que no se ve) de la realidad boliviana (no sólo boliviana), lo vi en un almuerzo.
Desde la primera escena, comencé a decirme en voz baja y por dentro "qué buena película". A medida que veía las escenas siguientes, aumentaba en mí el volumen del "qué buena película". Al final de la película no me aguanté, y aplaudí. Aplaudimos. Subió el volumen del aplauzo y cayó súbitamente, como quien se reconoce en lo que vio y siente algo de vergüencita.

Site de la peli: http://www.zonasurfilm.com/

Trailer de la Peli.


Entrevista a JCV.




Los que no han visto todavía la película, no lean lo que viene por favor! Esto es sólo para los que ya la vieron!
Antes que me olvide, quiero poner aquí por escrito las imágenes que me fascinaron:
  • Aymaras hablando en Aymara, sin poner subtítulos. La violencia silenciosa, ahora en nosotros y no en ellos. Esto del que no ve los hilos con los que se teje la realidad cercana.
  • La circularidad de la filmación, como la concepción aymara del tiempo. Todo vuelve, todo te vuelve. Le escuché a alguien decir, "la historia no se repite, pero usualmente rima".
  • La comida boliviana, el "hacela bien picante para que no nos digan K'aras", "comida de cholos". Cómo la comida hace de interruptor, que con intermitencias permite conectar o desconectar con "los otros".
  • La primera escena "de sexo" (se ven buenos cuerpos, sí), que desnuda el matrimonio y la sexualidad entre los que podemos ("afford it"). Qué desnuda más a los cuerpos? Su desnudez o sus acciones dentro del discurso práctico sobre las relaciones de pareja?
  • El rol de las madres como protectoras y reproductoras. Y cuando digo reproductoras no me refiero a hacer hijos, sino que reproducen el orden social y las relaciones de poder. Enseñan a sus hijos a ser como somos.
  • Lo blanco y la voz, todo blanco y muy hablado para mostrar la zona Sur. Todo oscuro y silencio, para mostrar lo aymara.
  • Los espacios cerrados, el sentimiento de estar encerrado, atrapado en una caja de cristal (la burbuja jailona), y no poder salir de ella. Los espacios abiertos e inmensos, del aymara comiendo pan blanco.
  • La muerte del hijo de Wilson (Wilson es el principio del orden en la casa, vestido de aymara esclavo).
  • El grado de intimidad entre Wilson y la patrona. Orinar prácticamente delante de él, mostrar su torso desnudo y él le sube el cierre, las manos juntas para hablar de irse juntos a vivir al campo. Torcida intimidad que nos hace sentido.
  • El dinero, mantener el bienestar y estilo de vida aún en su ausencia. El poder de la "servidumbre" para lograr sostener la realidad de los patrones.
  • Una hoja de la planta Costilla de Adán, símbolo de la mujer, verdad? La forma en que está colocada sobre los muslos de las mujeres desnudas.
  • La sensación de sentir en el cine en Santa Cruz, que para muchas personas estaban descubriendo ese mundo de abundancia de la clase alta paceña. Queda chica y burda la abundancia cruceña.
  • El niño y la pregunta de qué quieren ser las personas aymaras cuando sean grande. Las respuestas, tan hermosas como el niño.
  • El niño, generador de posibilidades. No está encerrado en la prisión de cristal, vive afuera. Cuando está adentro, aprende. Afuera, es donde puede re-conectarse con su mamá, con los recuerdos de cuando ellos juntos se amaban.
  • La saturación de objetos, la riqueza material en la clase alta de La Paz. La conjunción de objetos antiguos y objetos nuevos. Y el orden de los objetos, en el que sinquererqueriendo se delata lo aymara. Como en los cuadros o tallados de las iglesias se ven rostros indígenas, aquí se ve el recargado, el anaquel de kiosco paceño, inmerso en la vida jailona.
  • etc.