Anoche, me pasó, súbitamente, inesperadamente. Estaba conversando con alguien, que me contaba una historia, algo que para él era importante y necesitaba entrar en detalles. Y ocurrió. Dejé de escucharlo, y comencé a sentir cómo él se sentía, y esto fue con tanta intensidad, que dejé de escuchar el sonido de sus palabras, y sentí las cosquillitas en mi corazón y mis entrañas, y en mis manos y en mi garganta. Toda la emoción de su relato. Ahí estuve. Me conecté de otra manera, sin juzgar ni un ápice su historia, sino a con-vivir con sus emociones hechas memoria viva en ese momento.
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